Memorias en flor:
Prensando recuerdos con mamá

Por Amelia Pérez

 

Prensado de flores: Recuerdos de infancia y arte en jabones artesanales.

Recuerdo con claridad una mañana radiante de primavera cuando tenía apenas ocho años. Mi madre, con su eterna pasión por las plantas, regaba y cuidaba las macetas en nuestro pequeño patio. De repente, me llamó con su dulce voz: "Meli, por favor, tráeme la cestita que está sobre el fregadero".

 

Comenzamos con las primeras flores del año, narcisos y begonia colocadas sobre papel vegetal para su prensado.

 

Interrumpí lo que estaba haciendo y fui por la cesta, que rebosaba de flores de geranio frescas y coloridas. "Siéntate aquí un momento", me dijo mientras entraba de nuevo a la casa. Regresó con el volumen "M" de la enciclopedia Larousse que yacía en la estantería del salón desde que tenía memoria. Al principio, me pregunté qué habría hecho para merecer estudiar en un sábado, pero pronto entendí su intención. 

Con cuidado, mi madre separó los pétalos de una flor y la colocó entre las páginas del libro. Luego, con un gesto de cara, me indicó que hiciera lo mismo. Así, el primer ramillete quedó atrapado entre las palabras impresas, y el libro volvió a su lugar en la estantería, entre la "L" y la "N".

 

Detalle de narcisos amarillos, begonias y hojas de calendula.

 

Los años pasaron y olvidé aquel día en el patio con mi madre hasta que, con 12 años, me encargaron una tarea escolar sobre el que llamaban "médico de príncipes, príncipe de los médicos", Moises Maimonides, gran filósofo judío sefardí, nacido en mi Córdoba natal hace casi nueve siglos. Al abrir el tomo "M" de la enciclopedia, el recuerdo de aquella mañana de primavera me atrapó de nuevo, reviviendo con intensidad aquellos momentos. La flor, ahora seca y preservada entre las páginas, había adquirido un nuevo significado. Ya no era solo una flor, era un fragmento de mi infancia, un recuerdo hecho arte.

 

Antes y después transcurrido unos quince días de prensado.

 

Composición de violetas moradas y amarillas junto a nuestro jabón natural de aceite de oliva y aloe vera.

 

 

Collage de la jabonera de viaje, hoja de acelga roja, hoja de heuchera, hoja de tulipán, hoja de mil en rama, y muscari junto a nuestro jabón natural de aceite de oliva y aloe vera.

 

Con el tiempo, seguía guardando flores entre libros y mi afición por el prensado de flores creció. La visita al anticuario de un amigo me llevo a descubrir libros con siglos de historia, en las que botánicos franceses habían inmortalizado cientos de flores con sus descripciones meticulosas escritas a mano con una delicada caligrafía.

 

 

Composiciones "espacio postivio y negativo" con flor de helleborus y jabón natural de aceite de oliva y aloe vera. 

 

Recientemente, con la ayuda de mi marido, construímos dos prensas de flores más sofisticadas. Aunque sigo guardando algunos de mis tesoros entre las páginas de un libro, el proceso sigue siendo el mismo. Entre tablas de madera y tornillos, organizo las flores entre papeles secantes, aplicando presión durante algunas semanas. Una vez secadas las flores, realizo composiciones que mezclan la belleza natural de las flores con creaciones propias, como mis jabones artesanales.

 

Collage de nuestro jabón natural de aceite de oliva y aloe vera, hoja de acelga roja, tulipán, hoja de mil en rama, y muscari.

 

Siento una enorme satisfacción compartir estas primeras composiciones y revivir el encanto de aquellos momentos de mi infancia junto a mi querida madre.

 

Tesoros de una infancia compartida

En las páginas de la infancia, entre las flores prensadas y los libros que guardan susurros del pasado, hallamos alguna de las fuentes de inspiración para nuestros jabones artesanales. Cada aroma que se desprende, cada textura que se recrea, nos transporta a esos momentos llenos de magia y descubrimientos. Es en esa atmósfera de nostalgia y amor por lo natural donde encontramos la esencia de nuestra creatividad, formulando y elaborando jabones que no solo limpian la piel, sino que también acarician el alma con recuerdos aromáticos y texturas que, con los ojos cerrados, despiertan emociones guardadas en el tiempo.